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Foto del escritorDidio Pena Infante

¿Plata para que?



Si paro por un momento a revisar, este momento presente que estoy viviendo…


¿Qué es lo que realmente quiero?


Y si le agrego a esa pregunta existencial, el tema financiero, el tema del dinero…


¿Para qué necesito dinero?… ¿Cuánto?


Definir lo que quiero no es una tarea fácil. Creo saber lo que quiero, pero me cuesta sentirlo verdadero, sentir una fuerza que me llame desde adentro, como un fuego innegable que arda en mi corazón, una motivación real, que se alimente desde el amor, la esperanza, la claridad y no desde el miedo.


La mayoría de cosas que creo querer, son ideas instauradas desde afuera, son ideas del deber ser de las cosas que he dejado entrar sin darme cuenta, o que he heredado, y con la mas profunda inocencia, tengo instaladas en mi mente, sin filtro previo, descansan allí como verdades absolutas, con la tranquilidad de nunca ser cuestionadas o sometidas a una verificación científica que les otorgue dignamente y por mérito propio dicho calificativo de verdad.


Mi alma lo sabe: Esas ideas no han pasado mi filtro personal… ni siquiera sabía que tenía un filtro personal que podía usar para decidir por mi mismo, cuales de esas ideas acepto como verdades, entendiendo el profundo potencial que tienen sobre mis acciones; acciones que son las que construyen, sin duda, mi realidad presente. Mi alma lo sabe, y esto genera una sensación de inadecuación, de falsedad, de hipocresía, esa sensación con que la mayoría de seres convivimos, día a día, esperanzados en que las cosas cambien, que llegue la fuerza de ver la vida de otra manera, con pasión, con alegría, con entusiasmo.


Los objetivos que creo tener, las metas que me he impuesto, la propia imagen futura de lo que debería conseguir, no ha pasado por el tamiz de mi propia consciencia… y eso me genera un estado de inseguridad inconsciente, con el cual asumo mi actuar, construyendo una realidad que pareciera sostenida por hilos de cristal. Casi que me siento viviendo una mentira, y sin saber que otro camino tomar. Sostengo esta historia prestada e invierto en ella con duda, y tímidamente mis recursos.


Al mirar hacia atrás, buscando alguna luz, alguna pista, que me permita una comprensión, lo que hago es descargar la culpa, los reclamos y el arrepentimiento, el infierno de imaginar lo que pudo haber sido, consciente de lo que soy y no acepto.


Con esa energía, mirar al futuro no puede presentar otra imagen, que un sinnúmero de posibles catástrofes que incrementan mi inseguridad y ese sentimiento de inadecuación y sinsentido. El miedo se apodera del día a día y caigo en la comodidad de la rutina, del deber ser alentado por las descargas de dopamina que me permite esta sociedad de consumo, que me lleva cada vez más a la autoindulgencia, la adicción a las redes, las series, la comida chatarra y el discurso simple, pero sexi de la exitología.


Pero Dios, no se olvida de mi… En un momento de consciencia logro ver la necesidad de verificar cada una de estas ideas, y empezar a armar un inventario de verdades propias.


Nace una nueva historia, una historia en dónde al mirar hacia atrás, perdono, acepto y agradezco, tomo las enseñanzas que me ha dejado el camino, y el dolor lentamente se transforma, dejando la sabiduría de ese aprendizaje verificado objetivamente, dándole un nuevo significado a cada situación vivida y entendiendo lo que fueron dichas experiencias: Una oportunidad única de crecimiento y de comprensión. Suelto el pesado equipaje que no me deja ir a la vida plenamente, y concentro toda mi energía para lo realmente importante, para lo que en realidad puedo influenciar: Mi actuar presente.


El futuro se abre infinitamente, y ya no estoy destinado a ser el resultado de mis circunstancias, lo probable se convierte en lo posible y entiendo que el futuro se construye con cada decisión que tomo hoy, que mis acciones presentes van esculpiendo mi propia realidad que me alcanza a cada segundo y puedo verificar por mi mismo de que lo que soy, se va cada vez más alejando de mis circunstancias y consolidando en mis decisiones. Soy el guionista de mi propia vida, soy el escultor de mi propia obra, con ese entendimiento, me enfoco en un actuar presente, consciente y responsable. Recuerdo con agradecimiento quién soy realmente y puedo ver con seguridad lo que estoy llamado a ser. Me asumo en plenitud. ¡Yo Soy!


La dirección se aclara, el fuego llega a mi corazón, mis decisiones son ciertas, y me enfoco en planear soltándome a la acción con entusiasmo, independiente del resultado y con humildad ya sé que lo que venga sólo es producto de mis decisiones conscientes, que llevan a un sólo resultado: El Crecimiento Patrimonial: Lo que tengo y lo que soy.
























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